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Desde la sensatez

Ayer murió Adolfo Suárez y esto me hizo revisar algunas cosas de su historia, su legado, su trabajo. No es fácil volver a leer sobre él cuando Venezuela atraviesa por una crisis y donde algunos no quieren escuchar a la Sensatez.

Esto no es un anuncio

Suárez fue el primer presidente democrático de España después de la dictadura franquista. Fue un ser increíblemente inteligente, capaz de unir en torno a un proyecto democrático a distintas fracciones del poder. Según cuentan, el presidente del Partido Comunista de la época, Santiago Carillo, lo nombró el “anticomunista inteligente”. Fue un tipo que entendió que el primer paso para el cambio era lograr que los valores democráticos estuviesen presentes en todos partidos y políticos que querían un cambio. Suárez fue clave para la democracia española y yo lo resumiría en una palabra: Sensatez.

El 29 de enero del 81, Suárez dijo renunció al gobierno (no diré las razones, pero los invito a revisarlas). En un discurso transmitido por Televisión Española pronunció: «Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la Historia de España». Un año después de ser electo, Suárez pronunció otro discurso en el que decía una frase que me parece haber escuchado en la boca de Capriles, con otras palabras, pero con la misma convicción: «Pertenezco por convicción y talante a una mayoría de ciudadanos que desea hablar un lenguaje moderado, de concordia y conciliación».

No venimos de vivir una dictadura como la de Franco, pero soy de las que cree que estos sistemas –en el mundo occidental- no volverán. No venimos de vivir una Guerra Civil como la española. Pero, y esto es innegable, estamos viviendo una división política profunda; la política dominó todos nuestros espacios y lo hizo de manera negativa. En Venezuela hay odio, hay desprecio, hay peleas y muertes por odio, porque no se tolera a quien piensa distinto. Porque quien gobierna se cree dueño de la verdad, porque un sector de la oposición se cree dueña de la verdad. En medio de estos dos grupos, radicales en sus planes, estamos la mayoría de los venezolanos.

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Hoy he pensado mucho en Suárez, lo he comparado un poco con Capriles. Escuché de nuevo a Suárez en un documental sobre la transición española, sentía que escuchaba a Capriles y a los políticos que como él, creen en el diálogo, en el sistema democrático, en la convicción de hacer las cosas diferentes porque de verdad creemos en un país diferente, pero estamos convencidos de que la única manera de hacerlo es comportándonos de manera diferente.

Cada país tiene su historia particular y cada pueblo hace su destino. Venezuela no se parece ni a la Alemania Nazi, ni a la Cuba de Fidel, ni a la España de Franco; se parece a la Venezuela de Chávez, algo nuevo, que debe ser cambiado con algo nuevo. Venezuela no es el primer país que vive una crisis de este estilo y compararlo con los sistemas anteriormente mencionados, es no tener idea mínima de la historia universal. Venezuela saldrá de esto en la medida en que sus líderes entiendan que el cambio debe ser democrático, que debemos mirarnos, mirar al otro, comprender, sentir empatía.

Capriles es un tipo sensato. La sensatez no le gusta a quienes quieren cambios “radicales”, pero estoy segura y convencida de que a pesar de aquello, Capriles hará un trabajo increíble para lograr que la unidad sea comprendida dentro de los factores democráticos de la oposición. Unidad no como “algo que está en una mesa”, no; Unidad como un valor primordial para comprender la crisis y manejarla de la manera correcta.

 

 
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