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De la envidia y el valiente camino hacia el desapego

Nuestra parte admirable es la que admira a los demás.

Fernando Savater

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Renunciar al amor sobrevalorado por las cosas materiales, desprenderse progresivamente de los afectos desenfrenados hacia otras personas, ya sea tu familia más directa, tus amigos o tu compañero/a sentimental, ir canalizando tus emociones hacia objetivos mas elevados y menos personalistas, en eso, desde mi perspectiva se basa el desapego. Por experiencia se que los seres humanos viven en medio de un terrible afán por controlar, por protagonizar, queriendo figurar constantemente o sobresalir en determinadas situaciones; no hay que mirar muy lejos para encontrarse con personalidades de este tipo, es más, en términos generales el mundo se mueve en esa lógica.

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Hay que derribar el narcisismo

Soy de las que pienso que tenemos una forma muy insana de relacionarnos con los otros, y así como lo he venido tocando desde otros temas en los artículos que antecedieron, debo decir una vez mas, que tenemos internalizada la voracidad, la competencia y el egoísmo como mecanismos de sociabilidad.
Pareciera que el reconocimiento público es lo que nos satisface y lo que impulsa nuestro desarrollo en la sociedad, desde esta perspectiva, el ego tiene su lado positivo y es ayudarnos a avanzar en función de nuestras propias metas, pequeñas o grandes, la satisfacción de ver concretado algún esfuerzo es parte de la felicidad humana. Ahora, lo negativo de no manejar el ego  propio empieza cuando los vínculos sociales y emocionales que entretejemos se basan en el capricho y la prepotencia, lo que indudablemente causa de manera automática infelicidad sino se tiene lo que se desea o si los demás no te perciben tal y como quieres ser percibido, partiendo de una versión errada de la realidad, pero que por supuesto es socialmente impuesta.  Esta subjetivización dañina del mundo y la construcción estereotipada de nuestra personalidad es propiciada principalmente por los medios de comunicación; como una maquina de consumo y a partir de los elementos desde allí difundidos, vamos edificando nuestra vida según se nos dicta, el cuerpo perfecto, la casa soñada, la pareja ideal, el plan de vida exitoso, así generación tras generación, tus abuelos, tus padres y tu mismo, van reproduciendo el modelo a seguir y si no actúas en conformidad con ello eres menos que nada. De allí radica que movamos los hilos a toda costa por lograr la realización individual, incluso en detrimento de otros, la comparación y la competencia van causándonos frustraciones constantes, de modo que la envidia se convierte en un elemento íntimamente relacionado a nuestro ego, desde la envidia se marcan los puntos de comparación desde los que se sustentan  la mayor parte de la vida.

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No solo los medios de comunicación alimentan la construcción de  personalidades ególatras, hace poco me quede enganchada con artículo sobre el egocentrismo y la educación donde se explica desde una visión bien critica como desde los espacios educativos meramente instruccionales (como los concebimos en la sociedad contemporánea) se cercena la capacidad creativa y la auto exploración de los niños y esto conlleva al desarrollo de una personalidad inmadura, insegura y llena de frustraciones. En el articulo titulado La cultura moderna: hacia una educación del egocentrismo se señalaba lo siguiente:  “ahora al niño se le asegura que al obtener un cierta posición económica va a alcanzar reconocimiento; riqueza, poder y una vida desahogada; pero no se le explica que para ello tiene que comulgar primero consigo mismo. Que tiene que aprender a aprender y cómo aprender a aprender. Si no se le explica y no se le hace incluyente en la educación al llegar a la adultez y no logre obtener todos aquellos privilegios prometidos durante su infancia, se sentirá traicionado y será un ser fracasado que fundará pensamientos destructivos que no le permitirán ser feliz…”

envidiaDefinitivamente,  así es como funciona el egocentrismo y su impulsor, la envidia;  como un suerte de cáncer que no solo afecta al individuo sino a todo su entorno,  actuando de forma hostil cuando no se siente seguro y convirtiendole en un ser frágil al que se le puede herir muy fácilmente su susceptibilidad. Uno de los siete pecados capitales  se intensifica en un mundo donde la masificación cultural está basada en el posicionamiento de un un individuo sobre otro, no con la intensión de promover ejemplo o admiración sino la de generar ansias de lo que no se es o de lo que no se tiene.

El desapego es la clave

No se trata de dejar de luchar por lo que quieres, ni de vivir en la desidia, considero que el desapego es un ejercicio diario con el cual todo el que quiere ser mejor ser humano debe comprometerse. Es un asunto de recordarnos constantemente que no valemos por lo que tenemos sino por lo que somos pues  la calidad humana a mi juicio es invaluable y entender que todo en la vida es circunstancial, que desde el sentido mas básico del concepto de propiedad, nada ni nadie nos pertenece realmente, esto nos ayudara a ir avanzando en este tema además que nos liberará poco a poco de los prejuicios.

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Entender también que con lo que tenemos y lo que queremos podemos ser felices, pero si por algún motivo, eso que nos proporciona satisfacción ya no está, podemos ser felices a pesar de la ausencia porque todo en la vida se abre y se cierra cierra en un ciclo permanente.

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